Según la teoría del modelo
conductista, la educación pone énfasis en los efectos, es el modelo
estímulo-respuesta. Éste corresponde a la llamada “ingeniería del
comportamiento” y consiste esencialmente en “moldear” la conducta de las
personas con objetivos previamente establecidos.
Es por esto que no se me ocurre
un ejemplo mejor para aplicar a este modelo, que el de la película La Ola. En
el film, un profesor de instituto en Alemania pretende dar a conocer a sus
alumnos la Autrocracia (en griego: gobierno de uno mismo) como forma de
gobierno. Los alumnos al principio no creen en esa nueva forma de gobierno, no
creen que Alemania pueda volver a caer en una dictadura. Es entonces cuando el
profesor pone a prueba las técnicas conductistas, es cuando decide experimentar
con sus alumnos y demostrar lo fácil que es manipular a las masas, su lema
sería: "Fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad,
fuerza a través de la acción, fuerza a través del orgullo".
El profesor condicionaría al
educando para que adoptara las conductas e ideas que había planeado
previamente, de esta manera establece normas distintas que sus alumnos deben
seguir. Así es como consigue que cada día cuando entre a clase los pupilos
clamen su nombre a la vez, así mismo, consigue que adopten un saludo que
describe una especie de ola cada vez que entra en clase (al estilo del saludo
nazi), a medida que su condicionamiento va penetrando más en los jóvenes, es
capaz incluso de hacer que vistan todos igual como si llevaran una especie de
uniforme, de la misma manera, elaboran un símbolo que irán plasmando por las
calles, aulas, edificios… de esta forma, es como consigue crear un mini-ejército
a sus órdenes.
En esta película se ve claramente
cómo a través del condicionamiento y la persuasión se puede influir en las
masas. En el largometraje, la labor del docente no es sólo la de impartir conocimientos
y hacer que sus alumnos aprendan, sino que trata de convencer, de manejar,
manipular, a los jóvenes a su antojo para que actúen tal y como él quiere que
lo hagan. Es capaz de inculcar a sus alumnos la visión de un nuevo gobierno,
una visión de la que apenas tienen conocimiento, no les da la capacidad de
reflexionar sobre ello y al final para los alumnos todas esas reglas que el
profesor impone, se convierten en un hábito por el cual marginarán y harán daño
a aquellos que no lo sigan. Por lo tanto, es conveniente decir que en este
ejemplo, el protagonista consigue su objetivo, una comunicación efectiva, es
decir, consigue que sus receptores modifiquen su conducta.
Al final de la película, el
profesor crea una masa dispuesta a defender esa idea y valores impuestos de Autocracia
sobre todas las cosas, algunos no saben ni por qué lo defienden, sólo saben que
deben defenderlo por encima de cualquier opinión contraria a ello, crea un
auténtico fanatismo. El problema es que esa bola que empezó siendo pequeñita y
una idea sin ningún tipo de mala intención más que la de experimentar, terminó
siendo una gran bola con un fatídico desenlace. Por llamarlo de alguna manera,
ese lavado de cerebro, esa imposición de normas del profesor hacia el alumnado,
hizo que los más vulnerables emocionalmente fueran los más aferrados a la
causa, fueran los que defendieran esa idea hasta con su propia vida. La
película está basada en hechos reales, por lo que es un buen objeto de estudio
para modelos y teorías como esta.
En nuestra vida cotidiana también
encontramos aplicado este modelo de modificación de conducta y la persuasión,
lo encontramos en la publicidad a cada paso que damos, en la calle, en la
televisión, internet… en las relaciones públicas y sobre todo, en los partidos
políticos. Estos últimos me parecen muy importantes, ya que si una sola persona
con una masa pequeña consigue crear una especie de ejército a sus órdenes, ¿qué
no sería capaz de hacer un grandísimo y buen líder carismático/partido político
con todo un país? Esta es una pregunta un tanto fuerte, ya que, no todo el
mundo es tan fácilmente susceptible de cambio, pero tampoco olvidemos que todo
parte de unos pequeños inicios.
Irene Cuesta Perdido
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